LA HABANA, Cuba. -Ibán Guerra Hernández, fotógrafo particular residente en Boca de Jaruco, provincia Mayabeque, cuenta que los trabajadores de una carpintería estatal en el capitalino municipio San Miguel del Padrón habían manifestado a las autoridades el peligro de derrumbe de este inmueble. Pero “la cómoda actitud oficial consistió en extraer los equipos de trabajo y cerrar el centro, sin intentar salvar el inmueble. El edificio, construido en la primera década del siglo pasado, abandonado a su (mala) suerte sucumbió inevitablemente”, dice Guerra.
Igual amenaza de desplome tenía la carnicería en Calzada de Güines, San Miguel del Padrón, curiosamente llamada “La Maravilla” -que lo fue hasta 1958, cuando aún no faltaba ningún producto cárnico para la venta.
“Los vecinos y consumidores de la carnicería denunciaron en muchas reuniones con el delegado del Poder Popular el estado del inmueble con amenaza de desplome, por falta de mantenimiento constructivo. Se vino abajo en enero del pasado año. Nada hizo el gobierno local para salvar la construcción de los primeros años del siglo XX. La caída quebrantó la vivienda contigua, ahora en inminente peligro de derrumbe”.
La carpintería y carnicería fueron confiscadas a sus legítimos propietarios tras la avalancha de confiscaciones entre 1959 y 1968.
Una vecina, bolsa en mano, camino de “La Piedra”, refunfuña: “Nosotros, antiguos consumidores de ‘La Maravilla’ tenemos que quejarnos porque no se hizo nada por salvar nuestra carnicería. La solución fácil del gobierno fue re-ubicarnos en la carnicería en calle Piedra. Ahora estamos agregados los consumidores de dos carnicerías. Nosotros, que vivimos mucho más lejos, tenemos que caminar una larga distancia. Las colas son peores cuando sacan algún producto, gastamos demasiado tiempo en ida y regreso a nuestras casas, hacer cola, comprar. No tenemos esperanza de que se resuelva la situación, que parece será eterna, porque dicen que no hay recursos para reparar la carnicería malograda. Habría que hacerla nueva, empezando desde los cimientos, y no hay presupuestos, según ellos.”
Otra queja del vecindario es que, en los espacios donde estuvieron enclavadas carpintería y carnicería, hoy se levantan sendos basurales. Han reclamado esos espacios para la construcción de un parque, especialmente para niños, o un parqueo para autos, motos y bicicletas, pero los dirigentes niegan el permiso.
Mientras, continúan creciendo los improvisados vertederos, a costa de la indisciplina social y la falta de recogida periódica de la basura.
La pérdida de gran cantidad de edificaciones del fondo patrimonial de la nación, en circunstancias semejantes a las descritas, se refleja irremediablemente a lo largo de la isla.