LA HABANA, Cuba. -Hace aproximadamente seis meses, visité la cafetería de mi amigo Daniel (nombre cambiado por temor a las represalias). Lo hallé desanimado y con intenciones de renunciar a la licencia de trabajador por cuenta propia. Le pregunté si le habían subido los impuestos, y me respondió que no.
Después de mucha insistencia de mi parte, Daniel me confesó el porqué de su pesar: “Los inspectores no me dejan trabajar en paz. Los del Ministerio de Trabajo me impiden mantener un suministro estable de productos, ya que me exigen una factura o comprobante de compra de todo lo que vendo, y como sabes, hay que inventar al no tener un mercado mayorista. Los de Salud Pública pretenden que exhiba una higiene como la que no tienen ni los restaurantes de los hoteles cinco estrellas. Y los de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) me chequean semanalmente los ingresos. Dicen que lo hacen para que no pueda sub-declarar al final del año”.
Incluso, Daniel me contó sobre un tipo sospechoso que se colocaba a varios metros de la entrada de la cafetería, y permanecía ahí hasta el cierre. Un cliente le dijo a Daniel que el tipo hacía una anotación cada vez que alguien entraba en la cafetería. Ya mi amigo estaba casi seguro de que se trataba de la manera más “refinada” que posee la ONAT para controlar el dinero de los cuentapropistas.
En días pasados, acudí nuevamente a la cafetería de Daniel. Y, para mi sorpresa, noté un cambio sustancial. El menú mostraba pescados y mariscos, varios tipos de pizzas, y una opción de desayuno que incluía café con leche, panes, queso, mantequilla y jugos de frutas naturales. Pero lo más importante: Daniel se veía sosegado, ya no hablaba de entregar su licencia.
“Bueno qué, ¿te rebajaron los impuestos o por fin apareció el mercado mayorista?”, fue lo primero que se me ocurrió preguntarle. “No, mi amigo, no me quedó más remedio que poner a los inspectores en mi nómina”, respondió resignado. Me contó que se había reunido con los jefes de los tres cuerpos de inspectores -Trabajo, Salud Pública y la ONAT- y les dijo que pasaran por la cafetería todos los fines de mes para cobrar 20 CUC (moneda nacional equivalente al dólar).
Veinte CUC son casi 500 pesos, más que el salario medio del país, que ronda los 465 pesos. Cada municipio de la isla puede tener alrededor de 50 mil negocios particulares. Si solo en una tercera parte de ellos, estos inspectores cobran algún “regalito”, es de imaginar el poder que estén amasando a la sombra. Quizá estemos en presencia de una auténtica mafia, como la que emergió en Rusia a la caída del comunismo.
Por supuesto que la tarea de Daniel no va a ser fácil en lo adelante. Esos 1500 pesos que va a pagar a los inspectores complican sus finanzas. Ahora se añaden a la cuota impositiva mensual, al 10% de las ventas que declare, al importe por la seguridad social, y a la tasa por el cartel de anuncio de su negocio. Sin embargo, Daniel reconoce que ya puede trabajar con cierta tranquilidad. Los chequeos de los inspectores se han reducido a la mínima expresión, y el tipo de la esquina que hacía las anotaciones sospechosas ha desaparecido.