LA HABANA, Cuba.- No por ser novedad sorprende demasiado que un hijo del Ministro del Interior de Cuba haya recién llegado a EE.UU. para quedarse. Josué Colomé –así se llama este emigrante– no es el primer descendiente de un alto funcionario del régimen que decide partir a tierras del “enemigo”, y así unirse a los miles de cubanos que cada año arriban a Norteamérica en busca de oportunidades. Es obvio que la revolución que papá ayudó a hacer no fue suficientemente buena. Ni siquiera para él.
Su progenitor, el General Abelardo Colomé Ibarra, es uno de los históricos jerarcas de la dictadura cubana. Se desempeña en un puesto clave, dado que es el guardián de la seguridad del Estado, encargado de administrar las fuerzas represivas, vigilar amigos y enemigos por igual, así como ejecutar sentencias ejemplarizantes. Es decir, el carcelero mayor de la isla-prisión. La función del Ministerio del Interior (MININT) en Cuba es generar una de las divisas más fuertes que sustenta el régimen: el miedo. Los jefes de dicha institución siempre han sido personajes oscuros que gozan de la más alta confianza del Líder Supremo. El MININT es la principal garantía que tiene el gobierno cubano (dígase los hermanos Castro) para ejercer su poder absoluto.
Por eso, aunque no sea único, llama la atención un caso tan singular de apostasía. El hijo del General, quien ahora aguarda por su residencia en EE.UU., es uno de los pocos que conocen de primera mano algunas de las intimidades de la cima gubernamental. Josué ha vivido entre lujos y despreocupaciones y pudo quedarse en Cuba disfrutando de su apellido. Sin embargo, ha preferido abandonar el barco.
Pero eso no es lo más llamativo: teniendo su padre oídos que todo lo oyen, es tentador preguntarse lo siguiente: ¿Sabía el General que su hijo preparaba un escape? ¿Participó el jefe del MININT de alguna forma en el plan o, conociéndolo, se hizo de la vista gorda?
Difícilmente no lo sospechaba. El Ministro del Interior de Cuba puede pecar de cualquier cosa, menos de ingenuo. Tal vez nunca esté claro, si existe, el grado de implicación que tuvo el funcionario cubano en el feliz viaje. Quizá no pase de ser una suposición disparatada que el joven Josué, ahora refugiado en USA (en espera de la Ley de Ajuste Cubano), contase con la ayuda de su poderoso padre para llegar a su destino mediante un tercer país. Entonces, la “asesina” Ley de Ajuste le habría venido muy bien al interés familiar del personero del régimen.
Quedan preguntas por responder sobre el caso de Josué Colomé, como por ejemplo: ¿Es un perseguido político, o un rebelde contrario a los ideales de un padre inflexible? ¿Entra en alguna de estas categorías, siquiera? Por el momento, las respuestas a estos y otros enigmas quedarán a merced de la imaginación del lector.