LA HABANA, Cuba – “Cocinar en la actualidad tiene un alto costo, no solo porque estén caros el arroz, los frijoles o las viandas, sino también por el precio del combustible, que está por las nubes”, me comentaba Tomás Aviló, un amigo que vive en el municipio Arroyo Naranjo. Es de los afectados con esa “brillante” idea del comandante en jefe llamada Revolución Energética, que consistía en eliminar la cuota de gas licuado y venderle a la población de municipios escogidos una serie de equipos electrodomésticos de fabricación china que duraron lo que un merengue en la puerta de un colegio, al mismo tiempo que aumentaban la tarifa eléctrica: el pago de ésta, que no bajaba de 200 pesos, se convirtió en una pesadilla.
Cuando comenzaron a anunciar en los medios oficiales que para diciembre de 2013 comenzaría en la capital y en Santiago de Cuba la venta liberada de gas licuado, para así cumplir con el lineamiento 250 aprobado en el 6º Congreso del partido comunista (que planteaba el estudio de la venta liberada de combustible doméstico y de otras tecnologías avanzadas de cocción, como opción adicional y a precios no subsidiados), los comentarios no se hacían esperar, porque las “bolas” de los exagerados precios rodaban en la calle.
Raquel, una mujer que no me quiso dar su apellido, me comentó: “Por una parte, me alegro, porque cuando mi esposo va a Lawton para ‘resolver’ una balita por 80 pesos, no estoy tranquila hasta que regresa, porque si lo coge la policía, sin papeles, pierde la balita, y le ponen una multa de 1500 pesos”.
En el mes de diciembre comenzó el experimento, y el 31 de julio de 2014 el periódico Granma publicó un reportaje hecho en las provincias Santiago de Cuba y La Habana para conocer la marcha de las experiencias, y en el mismo tuvieron que reconocer que el experimento no dio el resultado esperado. Aunque mencionaban una serie de justificaciones de los dirigentes de la Empresa de Gas Licuado, a las claras se veía que el problema fundamental es lo caro del alquiler de los cilindros (500 pesos) y de los 10 kg de gas (130 pesos). Por cierto que en el mismo reportaje se informaba que a partir de ese día se le rebajaban 100 pesos al alquiler del cilindro y 20 a los 10 kg de gas.
Dicha rebaja ha provocado comentarios adversos. Algunos lo consideran ridículo. Otros, al preguntarles, se encogen de hombros en señal de indiferencia o resignación, y muchos montan en cólera, pues afirman que los precios continúan elevados y los salarios y las pensiones son indignos.
Pero lo que nadie esperaba es la nueva medida publicada el 29 de agosto en el Granma, de extender el ciclo para los clientes de gas licuado a partir del 1º de septiembre en dependencia de la composición de cada núcleo, cuando todos saben que dicha cuota ya era de por sí insuficiente. Esta medida afecta gravemente a la población, especialmente ahora que los propios medios recomiendan hervir el agua dada la alta incidencia del cólera en nuestro país.
La mayoría está convencida de que la extensión del ciclo tiene como objetivo obligarnos a comprar la balita liberada en algún momento, queramos o no. Otro comentario que llama a la reflexión me lo hizo mi vecina Rafaela León: “Ellos siguen apretando y el pueblo sigue inventando. Pero lo triste es que ese es el ejemplo que han visto durante años nuestros hijos y nietos: lo que tienen que hacer sus padres para poder darles de comer”.
¿Cómo cocinar con la balita?
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