LA HABANA, Cuba, – El Nuevo Testamento, en su libro Apocalipsis, nos muestra cómo será el juicio final en el epílogo de los tiempos: todos los muertos serán juzgados de acuerdo con sus hechos; los malos van a ser arrojados a un lago de fuego para su segunda y definitiva muerte, mientras los buenos vivirán eternamente en la nueva Jerusalén.
Y quién iba a pensar, casi dos milenios después de haberse escrito la profecía, que en la Cuba de los hermanos Castro asistiríamos a otra versión del juicio final. Esta vez la disyuntiva no es entre el paraíso o el purgatorio, sino entre la existencia o no de una ofrenda floral. Claro, no se trata de una ofrenda floral cualquiera. Nos referimos a las que envían a los difuntos el General-Presidente y el ex máximo líder.
En los últimos tiempos, cada vez que fallece algún personaje estimado por el oficialismo, ya sea dirigente, intelectual, músico o deportista, se hace habitual que los hermanos Fidel y Raúl Castro -o en su defecto, uno de ellos- envíen sus ofrendas. En esos casos, las cámaras de televisión enfocan insistentemente las franjas de tela que cubren las flores, donde aparecen en primer término esos dos nombres, casi siempre con alguna dedicatoria que refleje la jerarquía del occiso. Entre otros, así sucedió en los funerales del vanvanero Juan Formell y el declamador Luis Carbonell.
Este ritual de las ofrendas florales de la cúpula del poder ha cobrado actualidad a raíz de la muerte de Eugenio George, antiguo entrenador del equipo femenino de voleibol de Cuba. Al día siguiente de la inhumación de George, la prensa oficialista informó que había contado con una ofrenda floral de José Ramón Fernández (el Gallego Fernández), asesor de Raúl Castro y actual presidente del Comité Olímpico Cubano. No obstante la altura del remitente, dirigentes del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), y los federativos del voleibol, deben de haberse molestado porque George no mereciera una ofrenda de los jefes supremos.
Veinticuatro horas después de informarse lo anterior, el diario Granma publicó el mensaje de Fidel Castro, en el que afirma “no haber conocido a tiempo” la noticia de la muerte de Eugenio George. Mas, al escribir que “siempre lo admiré mucho”, la tranquilidad debe de haber vuelto a los personeros del deporte. ¡No faltaba más! Era el reconocimiento tácito de que el gran preparador merecía la ofrenda floral de alguno de los miembros de la dinastía, e incluso de ambos.
Sin embargo, tal vez no todos conserven la calma. Conversé con un metodólogo del INDER, y me comentó -por supuesto, con mucha discreción- que cómo era posible que Christian Jiménez, el presidente de ese organismo, no hubiese comunicado el hecho directamente a la máxima dirección del país, y en consecuencia el mayor de los hermanos se enterara mediante la lectura de la prensa.
A no dudarlo, un desliz de esta naturaleza pudiese ser la gota que colme la copa de la paciencia gubernamental, y a renglón seguido venga el pase de cuenta por los tropiezos del deporte cubano, así como las deserciones que merman las filas de los equipos nacionales en todas las disciplinas.
Es fácil suponer la zozobra que embargue por estos días al señor Christian Jiménez. “No es justo nadar tanto para venir a ahogarse en la orilla”, diría él. Y que al final, si le toca morirse primero, su destino sea el lago de fuego, sin la ofrenda floral de ninguno de los Castro.