LA HABANA, Cuba. – La Habana amanece con los mismos harapos de la noche anterior. Al deterioro creciente de su infraestructura se suma, de manera cada vez más alarmante, una suciedad en su medioambiente que amenaza la salud de sus habitantes.
Pareciera que no existen trabajadores encargados de la limpieza de las calles. Buscamos conversar con algunos de ellos, para conocer de primera mano las razones de tanto abandono.
Ernesto Román Miran Soler, de 67 años, se levanta muy temprano en la mañana para cumplir su meta, un tramo que comprende 10 cuadras (1 kilómetro).
Nos dice Miran Soler: “Llevo 2 años con el mismo carrito y los mismos tanques. Están deteriorados, pero no hay más; y aunque el Estado no me dé utensilios nuevos para trabajar, tengo que hacerlo, si no de qué voy a vivir. Fíjate que los artículos de aseo personal que deben darnos mensualmente, lo recibimos cada 9 meses. A la empresa no le importa si contamos o no con los medios de trabajo. Ya nos hemos cansado de plantearlo y nada se resuelve”.
Frank Quintana Mendoza, otro de los entrevistados, nos comentó: “Mi salario depende de los viajes que da el camión. Tienen que ser 5 como mínimo. A veces sacamos unos 600 pesos al mes (25 dólares). Puede que haya gente que crea que eso es mucho, pero el salario no se corresponde con el trabajo que realizamos y los riesgos que tenemos que enfrentar”.
La opinión generalizada en la calle acerca de los trabajadores del sector de Comunales coincide en que “trabajar en esas condiciones es abusivo, porque todo el trabajo hay que realizarlo a mano. Lo mismo hay que botar escombros que basura”.
El salario promedio de los trabajadores que laboran en la recogida de basura puede alcanzar los 608 pesos al mes. Sin embargo, parte de ese dinero lo tienen que emplear en comprar los utensilios de trabajo, garantizando así no carecer de ellos. El suministro que debe garantizar la Empresa puede tardar meses.
La falta de incentivos económicos, y la prolongada carencia de herramientas y otros medios de trabajo, favorece el desinterés de los que tienen a su cargo la limpieza de la ciudad. A esta falta de motivación, se suma el temor a contraer enfermedades infecto-contagiosas, por el constante peligro a que se exponen sin las mínimas condiciones de protección.
Ernesto Román cobra $608.00. Él crea sus propios medios de trabajo: “El recogedor lo fabrico con partes de un tanque plástico, la escoba que tengo para barrer es de guano de palma, hecha por mí. El carretón lo tengo que reparar cada día, porque está en mal estado y se le caen las gomas. Pero qué voy a hacer, si no lo hago, ¿de qué vivimos yo y mi familia? Estoy tratando de no dejarlo, para poder tener una jubilación”.
Y mientras, la Empresa de Comunales, entre la corrupción y el “enriquecimiento ilícito” de sus funcionarios, continúa sin interesarse por sus trabajadores. Esos que amanecen en las calles, con sus recursos propios, peleando la dura batalla contra la falta de recursos laborales, las enfermedades y la montañas de basura, haciendo lo que pueden, hasta donde se lo permiten.