TAMPA, Florida- Camino de Fort Myers, sentí nostalgia por mi tierra. Nostalgia por todo lo que hemos ido perdiendo desde que tengo uso de razón y en ese momento estaba a la vista, como en mi niñez.
En los canales vi las estelas de los peces, vi cocodrilos emergiendo y sumergiéndose y vi gallaretas y patos. Mis recuerdos retrocedieron a la época en que yo tenía diez o doce años. Me pareció estar junto a Felito González o al lado de Juan el Isleño, en San Esteban, un lago de aguas mitad salobres mitad dulces, metido entre los árboles en la ensenada de Malagueta, en Puerto Padre.
Pero ya en San Esteban no hay cocodrilos ni los peces de antes. Aguas arriba construyeron una presa supuestamente para irrigar cañaverales que privó al lago del agua dulce y la salinidad creció. Y los animales murieron o emigraron.
Las aguas de los arroyos que hicieron de San Esteban un paraíso para los animales silvestres permanecen estancadas. No hay máquinas de irrigación ni cañaverales irrigados, y hay poco que comer. La gente arremete contra lo poco que va quedando de nuestra naturaleza.
En Cuba, la caza del flamenco está prohibida. Pero la gente necesita dinero y comida. Quien tenga veinticinco pesos puede llevarse un flamenco a la mesa. La caza del venado también está prohibida. Pero dan caza a los venados, aunque su carne no está en venta. Ese es deporte de los encumbrados.
Un cazador furtivo me contaba que tiene cuarenta trampas para palomas. En Cuba, una paloma silvestre cuesta dos pesos (CUP, equivalente al dólar) y cincuenta centavos. Con dos o tres palomas puede hacerse una sopa o un arroz aceptable. Pero un arroz aceptable lleva un paquete de salchichas, que en una Tienda Recaudadora de Divisas (TRD) cuesta un peso con diez centavos CUC.
Cierto: en Cuba todavía quedan cocodrilos, truchas, venados, jutías, gallinas de guineas y hasta faisanes, pero viven en vitrinas a las que llaman “áreas protegidas”. Vida silvestre, valga decir natural, como la que veo en Estados Unidos a cada paso, desafortunadamente en mi país ya va quedando muy poca, y todos sabemos por qué, aunque no todos hacemos lo que debemos por remediarlo.
Nota de la Redacción: Alberto Méndez es un periodista independiente que reside en Puerto Padre, Cuba, y se encuentra de visita en Estados Unidos