LA HABANA, Cuba.-Los cubanos de a pie nos preguntamos, a raíz de la visita de Vladimir Putin a Cuba, por qué es ahora cuando Rusia se ha decidido a incrementar los vínculos económicos con la isla. Porque Moscú prácticamente abandonó a Cuba a su suerte tras la desaparición de la Unión Soviética en 1991. Los rusos, incluso, maniobraron durante más de 20 años para que La Habana les pagara íntegramente la deuda colosal que había contraído con el gigante euroasiático.
Precisamente, el principal gesto de Moscú fue condonar el 90% de esa deuda. También se anuncian grandes proyectos en los campos de la industria, la energía, la aviación civil, el uso pacífico del espacio cósmico, la medicina y la biofarmacéutica. Además, con bombo y platillo, Putin afirmó que ayudaría a Cuba a enfrentar el “bloqueo” de Estados Unidos.
En una entrevista aparecida en el periódico Granma (edición del viernes 11 de julio) encontramos la clave de semejante “bondad”. A la pregunta de, ¿cuál es la esencia medular de las relaciones ruso-cubanas hoy?, respondió el mandatario ruso: “Hoy Cuba es uno de los principales socios de Rusia en la región. Nuestra cooperación es de carácter estratégico y está orientada a largo plazo. Efectuamos una coordinación estrecha en la política exterior, incluso en el marco de las organizaciones multilaterales. Nuestras posturas respecto a muchos temas globales y regionales coinciden”.
Todo queda claro. Rusia renunció a integrarse a Europa, y se apresta a rivalizar con Occidente por la supremacía del planeta. Y para ello necesita colaboradores y vasallos. China será de los primeros; mientras que Cuba, una vez más, se alineará entre los segundos. Ya nuestro pueblo pagó con su sangre, durante los años 70 y 80, el precio de servir a los intereses hegemónicos de Moscú en África.
Ahora la misión de Cuba consiste en apoyar los pasos que dé Moscú para afianzar a los gobiernos afines al Kremlin, y que por carambola se opongan a Washington. En ese contexto sobresalen las posiciones del castrismo en torno a los acontecimientos de Ucrania y Siria. Con respecto a la nación de Europa oriental, Cuba apoya a las milicias separatistas que en el este de ese país batallan por integrar esas tierras a Rusia.
Más bochornosa aún es la actitud cubana— y de sus compinches del ALBA— en el caso de Siria. El castrismo apoya al gobernante Bachar al-Assad, condenado por toda la comunidad internacional, que lo acusa de genocidio contra su propio pueblo. Rusia y China, mientras tanto, han vetado todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que censuran a al- Assad. Claro, Moscú posee una importante base naval en Siria.
Por supuesto que los gobernantes cubanos están de plácemes con el rumbo que ha seguido la política rusa. A ellos no les importa ya el signo ideológico que predomine en el Kremlin. Lo esencial es que haya un país poderoso que se oponga a Estados Unidos. Así se amplían los horizontes del castrismo en pos de conservar una de las pocas armas que le restan en su arsenal político.