LA HABANA, Cuba.- La noche del pasado sábado 16 de agosto, rayando las nueve, en la sala de teatro El Ciervo Encantado (el Vedado, La Habana), sucedió un reencuentro memorable con el cantautor Pedro Luis Ferrer (Yaguajay, Sancti Spíritus, 1952).
El espacio estuvo abarrotado de varias generaciones, los más jóvenes animados por la curiosidad de disfrutar de uno de los pocos artistas auténticos que nos quedan.
Todos se acercaron para beber en la fuente de su creatividad, constatando que sus letras y música, no han dejado de renovarse. Excelente guitarrista y cantante entre los más respetados de este país.
En compañía de su hija Lena Ferrer, y el guitarrista Alejandro Agüero, comenzó con poesía y sonetos, introduciendo luego la canción de amor, con temas reflexivos, existenciales y con una evidente referencia a Dios.
Vinieron los sones, las guarachas, y un tango dedicado a un amigo. Cultivador de décimas y redondillas, este exponente de la cubanía incitaba a la gente a corear y a marcar el ritmo.
Contó anécdotas de juventud, con su tío, el maestro Raúl Ferrer, que le exigía la ortografía en sus composiciones, regalándole hasta un jocoso soneto donde se burla de sus faltas ortográficas. Una abuela que solía hacer trabalenguas y dicharachos populares, un ambiente de campo donde se formó este hombre talentoso, que en la década de los noventa fue prohibido en los medios televisivos, por su crítica social, con aquellos sutiles tintes cómicos, y a la vez tan agudos.
Pedro Luis es un creador inteligente que ha incorporado la trova tradicional a su quehacer, sin desligarse de la raíz sonera. Es una especie de historiador de etapas, en una tierra donde las carencias materiales y las arbitrariedades de los funcionarios culturales hacen gala de todo tipo de artimañas para vetar a los buenos artistas.
Él mismo se define:
“He sido un poco autodidacta en mi formación. No obstante, siempre me vinculé a la música progresiva de mi país…He tratado de ser original en mis concepciones, pues pienso que todo artista debe tener su propia personalidad”.
En este concierto recordamos un tema amoroso como Mariposa, título que interpretaba también Miriam Ramos, que en la voz de Pedro Luis se hace apasionado, vigoroso.
También compositora y cantante, su hija Lena (toca percusión y acompaña a su padre desde niña), hizo valer su estilo interpretativo y poéticas letras, que los asistentes supieron apreciar con sus largos aplausos.
No faltaron los chistes, las viejas anécdotas de “dirigentes” que, temerosos del decir del trovador, caían en la trampa de su propio prejuicio, sin llegar a entender el mensaje real. El famoso soneto que se burla del Noticiero Nacional de la Televisión cubana, donde se va narrando los porcientos de lo que se ha logrado en la esfera económica, y la analogía con el por ciento de lo poco que puede alimentarse un ciudadano normal.
Interpretó canciones como Inseminación artificial, Carapacho pa´´ la jicotea, Cien por ciento cubano, La trabazón, entre otras. Conversó con el público sobre los cambios en nuestro país, en los derechos del cubano a tener acceso a los hoteles, a viajar; sin embargo, quedan problemas candentes sin solución, temas para nuevas composiciones.
Todos los asistentes se quedaron con ganas de seguir escuchando al artista que, con las palabras hermanadas a la música, nos habla sobre las miserias humanas, el amor, el egoísmo del poder, y por qué no decir, de la salvación del alma.
Queda una invitación en el aire, en el Café Miramar, el próximo viernes. No hay duda: seguiremos con Pedro Luis Ferrer hasta que nos dure.