TAMPA, Florida -Cada día, unos quince millones y medio de camiones circulan por las carreteras de los Estados Unidos. De ellos, 1.9 millones son camiones pesados con remolques. Aunque las grandes empresas mueven la mayor cantidad de vehículos y cargas, uno de cada diez conductores son independientes y, la mayoría, dueños de sus propios vehículos.
Según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, en mayo de 2010 había en este país 1, 604, 800 conductores de camiones pesados y con remolque, pero allá por 2020, esa cifra se incrementará un 21%.
Un conductor de rastras, Enio Labrada, procedente de Florida, llegó una madrugada del pasado agosto a San Antonio, Texas. Venía transportando poco más de cuarenta mil libras de jugo de naranja a 32 grados F en su Peterbilt de 2009.
Depositada la carga en un centro de distribución de la Here Everything´s Better (HEB), Enio Labrada se desplazó hasta Houston, donde cargó otras cuarenta mil libras, éstas de láminas de aluminio destinadas a dos industrias, una en South Point, Ohio, y la otra en Hammond, Indiana.
Pero Enio Labrada no había concluido su faena. En Chicago cargó leche, quesos y chorizos de estilo mexicano. De Illinois, volvería a Texas. Pero no para retornar a Florida. Viajando de un estado a otro, pasarían muchos días antes de regresar junto a su mujer, como él, natural de Las Tunas, y a su hijo, un americano de 10 años. Enio es un ex soldado que, reclutado por el servicio militar obligatorio en Cuba, una vez desmovilizado, intentó más de una vez salir de la Isla, hasta que en el año 2000 consiguió llegar a este país, donde fundó una familia. Hoy poseen casa y camión propios.
En Oklahoma City encontré otro conductor de rastras cubano; éste, oriundo de Holguín. Roel Ávila es su nombre, pero sus colegas lo llaman Guajiro. Trabajando y viviendo en su camión, un Freightliner clásico de 2001, Roel Ávila llevaba más de veinte días sin sentarse a la mesa de su casa en Miami, pero esa noche, a bordo de su camión, nos regaló una típica cena cubana: congrí oriental, masas de cerdo, ensalada de tomates y plátanos maduros fritos. “Los camioneros de pura raza trasladamos el hogar a los camiones”, dijo Enio Labrada a propósito de la cena de Roel.
Roel estudió ingeniería mecánica en la extinta Unión Soviética. En Cuba ocupó cargos de dirección en la fábrica de combinadas cañeras de Holguín, la única de su tipo en el país; por razones de trabajo, visitó todos los centrales azucareros de la Isla; llevaría toda una crónica-reportaje su testimonio sobre la agroindustria azucarera cubana. Enviado por el régimen, laboró en Venezuela y en México, de donde pasó a Estados Unidos.
Tanto para Enio Labrada como para Roel Ávila, las carreteras estadounidenses y sus truck tráiler significan libertad. Son propietarios de sus camiones, toman las cargas o las dejan pasar; con su trabajo honrado, sin necesidad de robar, con lo que ganan sustentan a sus familias, pagan sus cuentas y, más que mantener en buen estado técnico sus vehículos, hacen que permanezcan cuales viviendas rodantes.
Estos son sólo dos ejemplos de los muchos que existen. Cubanos conduciendo rastras me los he encontrado en los diecisiete estados por los que ya transité en este país. Todos tienen un denominador común: ser conductores de camiones pesados y con remolque para ellos es un estilo de vida, del que se sienten orgullosos.
Debía ser éste un ejemplo para el pueblo de Cuba y para los que a costa de la miseria del pueblo cubano se aferran al poder. En Cuba hasta los camioneros particulares operan sustentándose en el robo: para obtener ganancias, porque los precios del Estado son prohibitivos, robados son desde el combustible hasta la pintura que dan a sus vehículos.
Con los camioneros que conducen vehículos propiedad del Estado sucede algo parecido: como las empresas estatales son incapaces de mantener en buen estado técnico sus vehículos, por su cuenta los conductores deben comprar piezas y partes en el mercado negro para mantenerlos activos.
Para esto ellos mismos deben robar, ya sea combustibles o parte de la mercancía transportada. Algún ingenuo se preguntará: ¿Por qué arreglan los vehículos sin son propiedad del Estado? Los arreglan porque si no lo hicieran, los conductores y sus familias se las verían negras: al director de una empresa estatal cubana, salvo honrosas excepciones, poco le importan los vehículos descompuestos.
Si un conductor se cruzara de brazos, sólo él y su familia sufrirían.
Otra cosa sería si todos ellos no se movieran, pero entonces estaríamos hablando de un gremio, de un verdadero sindicato, y eso no existe en Cuba, como no existe una tasa de crecimiento de empleo del 21% para los camioneros, ni del 14% para el resto de los empleos.
Nota de la Redacción: Alberto Méndez es un periodista independiente que reside en Puerto Padre, Cuba, y se encuentra de visita en Estados Unidos.