GUANTÁNAMO, Cuba – Hoy se cumplen 170 años del natalicio del insigne patriota e intelectual santiaguero Emilio Bacardí Moreau, político, promotor cultural y uno de los más activos benefactores que ha tenido en toda su historia Santiago de Cuba, su ciudad natal.
Desde su infancia, Emilio Bacardí Moreau sintió inclinación hacia las letras y las artes, específicamente hacia la poesía y la pintura. Con 23 años de edad, el Liceo de Puerto Príncipe -hoy ciudad de Camagüey- premió un trabajo suyo titulado “Conveniencia de reservar a la mujer ciertos trabajos”, una memoria de contenido social.
A fines de 1868, cuando ya la manigua cubana se estremecía con las batallas de la primera guerra de independencia, Bacardí pretendió deponer al gobernador de la entonces provincia de Oriente, acción que planeó junto con su amigo José D. Pullés y otros compañeros cercanos en ideales, pero el complot fue descubierto y puso en evidente peligro sus vidas. Declarado independentista, en 1876 sufrió prisión en Chafarinas por colaborar con los insurrectos. En 1879 fue deportado.
Cuando se produjeron de forma simultánea los alzamientos que dieron inicio a la guerra de 1895, Emilio Bacardí Moreau fue encarcelado nuevamente y deportado a Ceuta, España. Al terminar la guerra de independencia regresó a su ciudad natal, donde ocupó el cargo de alcalde, para el cual también fue elegido después de la proclamación de la República. Desde esa posición realizó una fecunda labor a favor de la cultura, destacándose por su magnitud y trascendencia la creación de un museo ubicado en una zona céntrica de Santiago de Cuba y que desde hace muchos años lleva su nombre. Esta institución atesora pertenencias de insignes patriotas independentistas, así como objetos correspondientes a varias dinastías de faraones del antiguo Egipto. Además de este museo, Bacardí creó la biblioteca municipal, una de las primeras de Cuba, la Academia de Bellas Artes y realizó varios proyectos de notable significación social.
Su labor política lo llevó a ocupar un escaño en el senado de la República, cargo para el cual fue electo por el pueblo en votaciones libres y multipartidistas. Como escritor destacan en su bibliografía activa sus “Crónicas de Santiago de Cuba”, su novela histórica “Doña Guiomar” y sus “Cuentos de todas las noches”, publicados mucho después de su muerte, el 28 de agosto de 1922. Dejó inéditas las novelas “La hija de Hatuey”, “Filigrana” y “El doctor Boileau” y dos obras de teatro tituladas “Casada, virgen y mártir” y “La vida”.
Fue miembro de la Academia de Historia de Cuba y de la Academia Nacional de Artes y Letras, ambas creadas en 1910. Su copiosa obra literaria y de su notable labor periodística reflejada en múltiples publicaciones santiagueras de la época, y en la Revista Bimestre Cubana y El Fígaro, estas últimas de la capital del país, sitúan a Bacardí como un valioso intelectual, desconocido para la gran mayoría del pueblo cubano.
Su ilustre apellido adquiere resonancias debido más que a su labor intelectual y política, al museo que lleva su nombre, o al ron que hizo famosa a su familia y a nuestra patria y que desde 1959 los cubanos de adentro nos vemos imposibilitados de probar.
Más allá de estos olvidos y desconocimientos, Bacardí trasciende. Lo hará más aún cuando cada territorio de nuestro país se percate de que el realce de nuestra identidad como cubanos comienza por el conocimiento de la obra y la vida de las principales figuras de nuestros terruños, una idea que se reitera en diversos espacios culturales pero que no acaba de cuajar. Sirvan estas líneas como un sencillo homenaje de Cubanet a otro cubano digno que no merece olvido ni indiferencia.