LA HABANA, Cuba. – Acosado por una invasión de mosquitos, me dirigí al Policlínico de Jaimanitas a solicitar una fumigación y el funcionario que me atendió anotó la dirección y me prometió que enviaría a un equipo para fumigar mi vivienda.
Pero pasaron quince días y no fueron, y los mosquitos se multiplicaron. Tras una noche sin dormir a causa de las picadas, regresé de nuevo al Policlínico. Esta vez con la lanza en ristre, pero me encontré al mismo funcionario. Estaba ocupado como la vez anterior en su trabajo de despachar las brigadas hacia las zonas que por el ciclo corresponderían fumigar, visitar en alarma de combate una manzana donde se había detectado un caso de dengue, escribir partes y resúmenes para los organismos superiores, preparar el abate y los recipientes para las muestras, el alcohol y los fósforos para el flameo de los focos detectados, y ordenar las ¨bazucas¨ para dejarla lista y serviciada con el petróleo necesario para una jornada.
Los detalles de trabajo los conocía bien pues en una época fui fumigador de Jaimanitas, cuando era la única plaza que se encontraba. Por allí pasamos todos los desempleados de Jaimanitas, también médicos, ingenieros y técnicos, que debían cumplir una especie de servicio social por tres meses como operarios en las brigadas de fumigación contra el mosquito.
Lo vi tan inmerso en su trabajo que además de comprometerlo a ordenar la fumigación de mi casa, le dije que era periodista y tal vez tuviera inquietudes que quisiera reflejar en la prensa para llamar la atención sobre deficiencias de algún tipo que yo, como colaborador de un medio de información podía ayudarle a erradicar. Me dijo que sí, pues tenía muchas cosas que airear para ver de qué manera se ponían en su lugar.
El funcionario fue locuaz y con cara de honesto, preocupado por su trabajo y comprometido con la campaña de lucha contra el aedes aegypti. Pero varios problemas lo golpeaban seriamente que no permitía que aquella semana obtuviera buenos resultados en su trabajo. ¨Y luego los de arriba quieren molernos¨, me comentó.
Comenzó diciendo que el primer gran problema que lo golpeaba, era la negación por parte de la población a fumigar. La segunda, el maltrato por parte de la población a los fumigadores y funcionarios de Vectores. “Te dicen: No estoy para eso, Ven mañana, ven pasado… no vas a inspeccionar mi vivienda, porque es mi casa.”
Señaló como el tercer gran problema la mala conservación en las viviendas del Visto, ese pequeño documento que nadie imagina la importancia que tiene porque ahí se detecta cuando fue la última inspección a la vivienda y cuando fue la última vez que se fumigo. Es mediante este documento que se puede realizar el conteo regresivo exacto, la única forma eficaz de acabar con el mosquito y su ciclo de vida. “Botan el Visto, lo pierden, o te dicen: Fírmamelo que aquí no hay mosquitos, para que no entres a la vivienda.”
“El cuarto problema es el poco apoyo por el gobierno y su desinterés, que no nos ayuda con los tres problemas anteriores. Y el quinto es que el 100 por ciento de los fumigadores son del EJT; (Ejército Juvenil de Trabajo), con el que presento serias dificultades por causa del transporte, estos muchachos están ayudando a aguantar la propagación del mosquito, no a erradicarla.”
La organización de la campaña contra el mosquito comprende la fumigación como elemento esencial para matar al mosquito adulto, después los operarios deben pasar haciendo una rigurosa inspección para eliminar las larvas y revisar los depósitos de agua, destruyendo los micro-vertederos. Cuando se obtiene una muestra hay que llevarla al laboratorio para detectar el tipo de larvario y el tiempo de vida, destruir el lugar donde se encontró, abatizarlo (colocar químicos en el agua), flamearlo y marcarlo. Si es una larva de aedes aegypti hay que aplicarle al dueño de la vivienda un decreto ley, artículo 272 inciso 18 sobre el incumplimiento de la ley de medidas sanitarias que se le llama ¨Propagación de Epidemia¨.
“En estos momentos tengo ‘dos casos febriles’ en el reparto Flores, ayer por la tarde tuvimos que sacar a la gente de las viviendas bajo el aguacero con los muchachos del EJT, con charla claro. Gracias a Dios no tengo ningún caso de dengue en Jaimanitas, pero hay mosquitos, muchos mosquitos, y en cualquier momento aparece el asesino.”
Todos conocen en los barrios de La Habana a esos muchachos del EJT, soldados que acometen la fumigación como una tarea de mando, pero que llegan tarde por causa del transporte. Además los acusa una pasividad tremenda y un desinterés muy grande. “No son exigentes, preguntan primero si las personas de la casa quieren fumigar. Una pregunta capciosa, porque la gente debe dejar lo que está haciendo, cerrar puertas y ventanas y salir de la vivienda por 45 minutos. Es más fácil responder: No, no voy a fumigar. Gracias.”
El funcionario me permite que lo retrate y me da su nombre y cargo: Jorge Félix Gutiérrez Peñalver, supervisor de Adulticida del Policlínico Manuel Fajardo. Un funcionario de Salud Pública que quiere hacer las cosas bien, pero que además del mosquito, debe luchar todos los días contra muchos otros vectores que son más difícil de erradicar que el propio mosquito.