LA HABANA, Cuba. – En El Paradero, en San Juan y Martínez, Pinar del Río, en una vieja casucha vivía Esperanza Perdigón Jaime con tres de sus hijos. Al paso de los ciclones Isidore y Lily, no quedó nada en pie. Con lo que pudieron recuperar, la familia levantó un rancho, de donde los quisieron desalojar porque “afeaba el ornato público”, pero allí se mantuvieron durante 11 años.
Al calor de la propaganda, les vendieron los materiales para la zapata, pero no fue hasta julio de 2010 que les volvieron a asignar materiales para continuar la construcción.
A pesar del ir y venir de su hijo Yan Carlos Hernández Perdigón, aún no han terminado de venderles los materiales (cabillas, cemento, arena, azulejos, cerrajería y puertas). Hace unos días, el encargado de la Agrupación de Viviendas, Eddy Dupairón, le dijo que comprara por su cuenta (mucho más caros) los materiales restantes para terminar la vivienda, y que si no le firmaba los documentos de casa terminada para empezar a pagarla, los iban a desalojar.
Yan Carlos me dice que hace unos días vinieron siete funcionarios de Vivienda e representación del gobierno para que su mamá firmara el documento. Lejos de dejarse amedrentar, el joven los llevó al cuarto, donde su madre yace en cama con cáncer de riñón, y luego los botó de la casa.
Esperanza debe pagar por la casa 5500 pesos (moneda nacional). Ella recibe una pensión de 200 pesos mensuales, y su hijo Yan, que es quien la cuida, es jornalero. Él sabe por experiencia que una vez que firme, ya el Estado no le venderá más materiales.
Me comenta que un caso peor que el suyo es el de Juan Carlos Camejo, que también perdió la casa cuando los dos ciclones. Camejo y su esposa sordomuda (ambos ancianos) viven desde entonces en un contenedor. El techo –prestado- es de fibrocemento. La misma situación tiene su hermana, Marilyn Camejo, que vive con su esposo y una nieta. Estas dos familias ni siquiera han podido reconstruir sus casas. Según Yan Carlos, le comentan que siempre los engañan y les dan largas.
Cuba azotada por los huracanes
Nuestra isla está bañada por las aguas del mar Caribe. Es por eso que los huracanes nos azotan con bastante frecuencia. La temporada ciclónica comprende desde el 1º de junio hasta el 30 de noviembre. El mes de octubre es el más activo, en los últimos 200 años, según investigaciones realizadas por el equipo de especialistas del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, y aunque la región oriental es la que recibe estos fenómenos con menor frecuencia, dos de los mayores ocurridos en Cuba han asolado esta zona.
Uno fue el 9 de noviembre de 1932, cuando un huracán azotó el poblado camagüeyano de Santa Cruz del Sur, con vientos de hasta 200 km/h que produjeron una marea de tormenta con olas superiores a los 6 metros de altura. Ocasionó la muerte a más de 3000 personas.
El otro, el ciclón Flora, ocurrido del 4 al 8 de octubre de 1963, con su lento y caprichoso movimiento en forma de lazo provocó torrenciales lluvias con acumulados superiores a los 1200 mm y dejó alrededor de 1500 víctimas fatales.
Por nuestra parte, los que vivimos en la región occidental catalogamos a los ciclones de caprichosos, pues siempre tienen preferencia por nuestra zona, aunque en realidad esto se debe a nuestra situación geográfica, que hace que estemos más expuestos a los ciclones tropicales que se forman en el Caribe occidental y casi siempre con trayectoria de sur a norte.
Y dentro de la región occidental, es Pinar del Río la provincia más castigada por la furia de los huracanes. Quizás para muchos Isidore y Lili sean ya menos que un recuerdo. El primero azotó el territorio de San Juan y Martínez el 20 de septiembre de 2002, y el segundo, pocos días después (el 10 de octubre). Ambos alcanzaron vientos sostenidos de 160 km/h, y afectaron la tercera parte del ya deteriorado fondo habitacional, compuesto en su mayoría por casas de madera muy viejas con techos de zinc o fibrocemento.