LA HABANA, Cuba -Un nuevo congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) se iniciará mañana 17 de mayo en Cuba, cincuenta y cuatro años después de su fundación, para pasar revista a los resultados orgánicos y económicos de sus miembros y buscar soluciones a los enormes problemas que enfrenta hoy la producción y distribución de alimentos.
Debo aclarar a los lectores foráneos que el nombre de esta organización de la “sociedad civil” corporativa castrista, que agrupa a los únicos propietarios privados permitidos por el sistema, no se debe a la talla física de sus miembros sino a las dimensiones permitidas legalmente para sus haciendas: hasta cinco caballerías (64 hectáreas).
Una nueva edición del programa de propaganda oficialista “La Mesa redonda” presentó a dirigentes nacionales y locales de la ANAP que dieron cuenta de sus logros, alcances y esfuerzos por aumentar el peso y aporte de los campesinos privados, muy bien controlados por la organización y las leyes vigentes.
Resulta importante señalar que los miembros de la ANAP ocupan alrededor del 15 % de la superficie cultivable del país, luego de que el gobierno cubano se convirtiera en supremo latifundista como resultado de las masivas expropiaciones dimanadas de las dos leyes de reforma agraria de mayo 1959 y octubre 1963.
Es bueno aclarar que la membresía de la organización se ha visto en alguna medida incrementada por los beneficiados por los decretos de arrendamiento que ha concedido a campesinos y ciudadanos, en condición de usufructo. Son parte de las tierras que el monopolio estatal condenó durante décadas al ocio improductivo, principal motivo del sempiterno desabastecimiento de alimentos que deja siempre insatisfechas las demandas de los ciudadanos, quienes ven caotizado su poder adquisitivo por la carestía de los productos agropecuarios.
La Mesa Redonda nos presentó nuevamente la reafirmación de fidelidad política al régimen de los convocados y una relatoría de los logros y alcances que nunca se reflejan en la satisfacción de las necesidades alimentarias del pueblo. Tanto en el programa televisivo como en el congreso, nuevamente quedarán en el olvido y en el silencio la necesidad de profundos cambios estructurales en el agro cubano, sin los cuales la economía cubana no saldrá de su permanente crisis y estancamiento.
Durante cinco décadas el monopolio estatal de la tierra y las leyes restrictivas que tanto limitan las potestades y capacidad de gestión de los campesinos privados ha generado la disminución dramática de la producción y las masas ganaderas, la depreciación de los suelos, el colapso y desmontaje de la agro-industria azucarera, en fin la descapitalización de la agricultura cubana y la consiguiente dependencia de los suministros del exterior, convirtiendo a Cuba en uno de los países con más baja tasa de seguridad alimentaria del planeta.
En nuestro país se da la absurda situación de que varios renglones de alimentos que se consumen cotidianamente son comprados con efectivo en los Estados Unidos. Sí, los alimentos vienen del país con el que estamos dispuestos a enfrentarnos militarmente, además este comercio implica la erogación de sumas multimillonarias que podrían ser dedicadas a recapitalizar e impulsar la producción agropecuaria nacional.
Los 700 delegados al congreso de la ANAP representan a lo que ha sido la única fuerza verdaderamente productiva de la agricultura cubana. Con mucho esfuerzo y dedicación, sufriendo las consecuencias de la ineficacia y el burocratismo del estado los pequeños campesinos han mantenido la productividad y calidad de sus ofertas que se mueven a muy altos precios puesto que el Estado como máximo poseedor de tierras ha sido totalmente improductivo.
Esta realidad implica escasez y desabastecimiento, que se hace más grave en algunas regiones del país como las provincias orientales por ejemplo. Las familias cubanas deben gastar mucho más dinero del que poseen para intentar alimentarse adecuadamente. Después de varios años las medidas paliativas como el arrendamiento de tierras ociosas en nada han logrado aliviar el cotidiano dolor de cabeza de los cubanos de a pie.
El congreso de la ANAP como siempre volverá a hacer control de daños, con una más o menos extensa relatoría de carencias, ineficacias y objetivos incumplidos, sin embargo difícilmente las autoridades cubanas serán capaces de demostrar sensibilidad y valentía política para operar las transformaciones que cumplan la demanda histórica de devolver la tierra a los campesinos.
Los gobernantes cubanos, en su diseños de ampliación de las concesiones a la inversión extranjera, ofrecen a intereses foráneos espacios en la agricultura cubana, pero no se atreven a entregar las tierras ociosas en propiedad a los cubanos que quieran trabajarlas. El aumento de la producción y la productividad que esta medida generaría, tendría una repercusión trascendental tanto desde el punto de vista macro económico como en la vida cotidiana de los agobiados ciudadanos.
El incremento de las ofertas y la consiguiente disminución de los precios tendrían un impacto invaluable en el aumento del poder adquisitivo de la población, la revalorización del dinero y el trabajo, en la disminución del desempleo y el reordenamiento de la fuerza de trabajo, en la dinamización de otros espacios no estatales de gestión económica, en el aumento de las exportaciones y en la reorientación de los multimillonarios recursos que hoy se gastan en comprar alimentos en el exterior.
Casi una década después de que el presidente Raúl Castro reconociera públicamente los traumas y deficiencias de la agricultura cubana, continuamos esperando los cambios conceptuales y estructurales, ah y el vaso de leche que prometió en aquel discurso, porque para ellos es más importante garantizar sus controles y dominios que salvar a Cuba del desastre económico al que la han condenado.
Estamos convencidos de que si de las autoridades cubanas partiera la iniciativa de cumplir esta demanda recogida incluso en la Constitución del 1940 y en el alegato de defensa de Fidel Castro en 1953 conocido como “La historia me absolverá”, no habría una sola voz dentro de las filas “revolucionarias” que se opusiera, pero lamentablemente estamos seguros que entre los bien escogidos delegados tampoco se levantará una voz que demande esa transformación tan necesaria para el presente y futuro de Cuba.