LA HABANA, Cuba, noviembre de 2013, www.cubanet.org.- Giraldo Rodríguez Comendador –de 76 años– no puede cruzar la Calzada por la catarata que le nubla la visión. Todos los días debe decidir si se pone a buscar la evidencia de que trabajó durante 42 años (para iniciar el proceso que culminaría con una pensión mensual de 250 pesos no convertibles a dólares), o ponerse a hacer “mandaditos”, como él los llama, para sobrevivir.
La mayoría de las veces se ve forzado a la segunda opción, no sólo porque el hambre es un hecho inapelable, sino porque también va perdiendo la esperanza.
En 2006, cuando presentó la jubilación -a la empresa del Ministerio de la Construcción de Las Tunas donde trabajaba como chofer-, le dijeron que su expediente no aparecía, incluso podía haber sido devorado por las llamas. Había escuchado otras veces de personas con un problema como el suyo, pero hasta ese día no comprendió que un expediente laboral perdido equivale a multiplicar por cero el sacrificio de toda una vida.
Para paliar un poco su desesperación, apareció una trabajadora social que le ofreció una asistencia de 142 pesos (MN), pero Rodríguez Comendador expresa indignado:
“Como yo hay unos cuantos, por lo menos en Las Tunas, que han reclamado y cogido la limosna que les han dado. Y se conforman con eso. Yo no mendigo nada. A mí hay que darme lo mío.”
Para conseguir “lo suyo”, debe ir a cada sitio donde trabajó, a que le firmen documentos que avalen su registro en nómina, para luego dirigirse a un Bufete Colectivo, contratar un abogado y hacer la reclamación. Uno de los inconvenientes con que tropieza es que la mayoría de sus compañeros se ha jubilado. Otros, han cambiado de trabajo. Cuenta que una vez encontró al jefe que tuvo cuando trabajó en la presa de El Cornito.
“Me dijo: chico, ve a Los Pinos, al departamento de recursos humanos de Desmonte y Construcción, que yo te pongo un camión de testigos.”
Pero los testigos no sirven para autorizar el cobro de una pensión, que se tramita por medio de documentos como el expediente laboral. Solo justificarían, en un caso extremo como el suyo, que trabajó en un lugar específico por determinado tiempo.
“Hace 7 años que me pelotean. Hasta las rodillas se me han gastado de caminar. Estoy convencido de que he perdido mis años de trabajo. Por gusto, para que me maltraten como me están maltratando hasta hoy. Trabajé para tener lo mío, a mí no me preocupa que haya ley que obligue a los hijos a mantener a sus padres”, declara.
En cuanto a la contratación del abogado, la tarifa para procesos laborales no es muy alta. Pero Rodríguez Comendador pregunta:
“¿Cómo voy a contratar abogado? Ni se sabe las recetas médicas que he perdido porque no puedo comprar los medicamentos que me valen 19 pesos.”
Salió otra vez a buscar trabajo, pero nadie se lo da; porque está en edad de jubilación y al no tener los documentos en regla no puede hacer el contrato temporal.
“Así mismo, ciego como estoy, me ponen en un camión a tirar tierra, fango, estiércol de res, y lo hago para buscarme los pesos. El que sabe que yo estoy ciego, lo que va a hacer es huirme. Es una situación pesimísima, la mía.“
Ante la pregunta de si ha pasado hambre, se queda en silencio por varios segundos. Y luego responde, como quien se levantara por sobre su honor hecho una pila de papeles viejos y estrujados:
“Imagínate tu; si yo te digo que no, te miento. La caridad no soluciona el problema: Me han regalado una sábana y yo la he tenido que vender para comer, un par de zapatos y lo he tenido que vender para comer.”
Por eso no duda al decir:
“A mi tú me mandas a llevar un lingote de hierro a la terminal de trenes por 10 pesos y yo me lo engancho en el hombro y lo llevo.”
Pero la pregunta urgente es: ¿Qué tiempo podrá seguir llevando su cuerpo al extremo del agotamiento con tan mala alimentación?
Eso no parece preocuparle más que la manera de llevar el día a día:
“Me han cogido las seis de la mañana pensando. ¿Y qué puede pensar un hombre en una encrucijada como en la que estoy yo?”
La poca vista se le pierde y dice:
“He pensado en ahorcarme, chica. He mirado 500 veces un hierro que hay ahí atrás para guindarme, pero veo a esa señora gorda que tú ves sentada ahí, que es mi esposa y cambio de parecer. De todas maneras, de algo hay que morirse.”